Por: Edizon León Castro
La memoria de la abuela materna Ernestina Plaza brota de manera
espontánea cuando sus recuerdos se vuelan hacia su niñez. La evoca como un
ángel de la guarda, quien le obsequió un vestido rojo, el más lindo que ha
tenido. Con cierta sonrisa rememora que lo usó por varios años, porque era
“ropa de cría” -era una costumbre en el Valle comprar ropa a los niño algunas
tallas más grande para aprovechar al máximo-.
Ahora que tiene consciencia y conocimientos de la religiosidad
africana, descifra que su nombre corresponde al , Changó, cuyo color se
corresponde con el rojo, al igual que su vestido de niña.
Cursó primaria en
Mascarilla, donde todos su compañeros eran afrocuatorianos excepto el “guaba
larga”, apodo que le habían puesto por ser largo y delgado. También dice que
todos sus profesores eran mestizos, y de
ellos aprendió mucho porque le ayudaron
a valorar su identidad. Con asombro escucho su testimonio cuando relata que en su tiempo, hasta cuarto grado lo
único que aprendían eran las letras y a firmar. Muchos estudiantes desertaban de las escuelas,
y entonces la misión de los profesores se convertía en un intento de que al
menos aprendieran a firmar. Esa era la
realidad el pueblo afrochoteño.
Después estudió secundaria en
el Colegio Valle del Chota, en Carpuela, pero allí sólo había hasta tercer
curso, y tuvo que terminarla en el
Colegio “Ibarra”, lo que supuso un
traslado a esa ciudad, con el elevado costo que eso conllevó. “¿Por qué no se quedan en sus pueblos en vez de venir a
estrechar las aulas de los estudiantes de la ciudad?”, decían los maestros. Para
superar esa etapa, ella empleó una única estrategia: ser buena estudiante. Así encontró solidaridad
en la gente del Carchi –llamados “pastusos”- , que también eran objeto de la discriminación.
No deja de resultarme gracioso, o cuando menos sorprendente, una
situación concreta que me comenta. Resulta que en los años de su infancia, era
necesario encargar la fabricación de los zapatos, y cuando se ahorraba, era
posible comprarlos en almacén. Sin
embargo, al acudir a esos establecimientos les trataban mal. ¿El motivo?
Pensaban que no iban a comprar por falta de dinero. . Por fortuna, ahora eso ha
cambiado y “te bajan todo el almacén”, ya que
les asocian con los futbolistas
del Valle, que compran mucho en esos almances, y piensan que ellos también van
a adquirir..
Sus sueños de niña se cumplieron cuando fue a estudiar a Quito e ingresó en la Universidad Central para estudiar
pedagogía. Su abuela Ernestina su mudó a vivir con ella para hacerle compañía y
brindarle su apoyo. Ambas vivieron los sinsabores del racismo que se siente en las grandes ciudades,
y también no pocas necesidades materiales, hasta que logró terminar sus
estudios universitarios.
En Quito se acercó el Centro Cultural Afroecuatoriano para
aprender más sobre la historia de su pueblo y fortalecer su identidad. En ese
momento empezó su militancia en el recién creado Movimiento Afro Ecuatoriano (MAE),
- ligado a la pastoral afro.
Cada fin de semana regresaban al territorio o se turnaban con sus
hermanas, pues además de extrañar la
vida en el campo y a la familia, era un medio de sostenimiento en la capital, si
bien se regresaba con todo lo que la
chacra producía: yucas, aguacates, camotes, fréjol, guandul, tomates, etc., de
gran ayuda para pasar la semana. A veces,
“mi papacito se venía a Quito trayéndonos la carga a para sobrevivir, que alegría verle cuando asomaba en la
casa”, refiere.
Cuando terminó su carrera tan solo encontró trabajo limpiando casas, y al poco tiempo regresó al
territorio para cuidar de su padre, que enfermó, y también hacerse cargo de la
huerta.
Ya en su Chota natal le ofrecieron empleo como docente en el Colegio los Andes, en Bolívar,
cantón Montufar. Esa fue una experiencia
inolvidable para ella, porque aprendió a convivir con otro grupo étnico que no
era el suyo, los mestizos.
Posteriormente se convirtió en ser profesora y rectora del colegio 19 de
Noviembre-. En ese momento ya había
contraído nupcias con – el que hasta ahora ha sido su compañero de vida. Aquí empezó a poner en práctica todo lo aprendido a lo
largo de su vida, y hace de la militancia y lucha por los derechos de las
mujeres y del pueblo afroecuatoriano su proyecto de vida
Fue a partir de una invitación que recibió de Marianita Minda a un Congreso de Mujeres, cuando empezó a ser parte
de la creación de la Coordinadora de Mujeres Negras- (CONAMUNE). De ahí en
adelante su caminar se ha alimentado de aportaciones a un complejo proceso que
ha pasado por luchas, aprendizajes y
enseñanzas. Siempre bajo la protección
de Changó.
*Publicado en Diario El Norte. 2017