LAS POÉTICAS DE LA ESTÉTICA DESDE LA DIFERENCIA

Edizon León Castro
Marisol Cárdenas


foto: Edizon León Castro


Hablar de la estética desde la diferencia lleva en primer lugar a pluralizar no sólo el término o significante, sino sus propios significados, por tanto, hablaré de Estéticas[1], ¿pero qué es la diferencia en la estética o las estéticas en la diferencia?.

Una primera aproximación, significaría la existencia de varias formas de representar o en términos más postmodernos varias formas de construir unas discursividades de las estéticas desde las diferentes maneras de estar y ser en el mundo, pero este mundo no es homogéneo, por el contrario cobra sentido en su heterogeneidad. Esto conduce a que dentro de la dinámica de este mundo heterogéneo hay una multiplicidad de voces, cuerpos, valores, formas de vida, comportamientos y por supuesto una inmensa variedad de experiencias, tanto de orden individual como colectivas, cohabitamos y construimos un mundo de diferencias. Y siendo así, los que estamos en el trabajo artístico-cultural hasta que punto somos consecuentes con ese principio de la diferencia cuando pisamos el terreno de las estéticas.

El cuestionamiento al no reconocimiento de la diferencia desde el lenguaje de las estéticas, proviene a que han domesticado nuestra diferencia hasta hacernos creer que no existe tal diferencia, han borrado nuestras singularidades que nos hacen ver, sentir y expresar el mundo de manera diferente a todos. Somos diferencia y estamos re-produciendo y re-creando permanente estéticas desde esa diferencia, estéticas reales y simbólicas, individuales y colectivas, privadas o mejor íntimas y públicas que atraviesan todos los campos de la vida, pero talvez en el campo del arte, éstas hallan la potencialidad que las hace muy visibles, esto porque desde la filosofía clásica occidental a la estética se la concibió como la esencia y la percepción de la belleza y el arte era el instrumento exclusivo para producirla.

No sólo el arte es el lenguaje de las estéticas, la vida misma está impregnada de estéticas, recordemos que estética viene del griego aithesis y en tanto traducción etimológica interpela la sensibilidad, es decir una dimensión que atraviesa toda práctica cultural. Los sentidos de las sensibilidades son construcciones socioculturales que se expresan en los macro y microcosmos del acontecer diario, diurno y nocturno, en el trabajo y en el descanso, en el mundo creativo del arte especializado y en las estéticas rituales.  

Así, las subjetividades se construyen desde las estéticas y éstas se despliegan en las subjetividades, que crean y des-crean identidades, de hecho no hay estéticas sin identidades y tampoco hay estéticas sin memoria (colectiva). La memoria también tiene una corporalidad estética y sus funcionamientos específicos. Así, las estéticas se convierten en espacios y en lenguajes a través de procesos diferenciados de representaciones, por ello las estéticas no son ontológicas a los objetos o las personas, es una construcción social y cultural y por supuesto histórica,  por tanto significa una disputa de sentidos y significados de/desde estas representaciones, disputas que se juegan a varios niveles. El crítico de arte cubano Gerardo Mosquera (1996) nos advertía que: “Reasaltar la práctica en sí del arte como creadora de diferencia cultural…”
Desde esa perspectiva nos preguntamos, ¿cómo debemos concebir a una bienal de arte?, ¿cómo un espacio dónde se exhiben unas estéticas expresadas y materializadas en unas obras artísticas, mediadas por una curaduría que determina qué es y qué no es, que se muestra y que no? o ¿un espacio de confrontación donde se va a disputar lo que es arte y lo que no es, lo que es estético y lo que no lo es?, desde nuestra mirada creo que debe construirse como un espacio de diálogo de estéticas desde la diferencia, donde circulen procesos de significaciones diferenciados desde todas las experiencias posibles, un espacio de aprendizaje y enseñanza a partir de las estéticas otras, un espacio de apropiación y construcción colectiva y también un espejo de imaginarios, de cosmovisiones estéticas.
Estas preguntas nos llevaría a pensar-nos, cómo desarrollar condiciones sociales de producción que generen el diálogo de estéticas.  Hablar o en este caso exponer algunas propuestas o proyectos en un espacio común cada dos años, no es dialogar. De modo que se hace importante repensar cómo articular relaciones dialógicas entre las diversidades estéticas tomando en cuenta las complejidades de los sistemas de representación,  los contextos de funcionamiento y sobre todo la cadena de sentidos que desarrolla cada poética tomando en cuenta también la variedad de públicos a los que van dirigidas y que la Bienal pone en escena y en escenificación, crear lo que decía la poetisa afroamericana Bell Hooks, un espacio de intimidad entre el artista y el espectador, no solo en el acto de la contemplación sino en la misma construcción del espacio donde se da esa intimidad.   
Pero el asunto de vuelve complejo en la medida en que nos preguntamos, ¿cómo (se) confronta el artista con esas estéticas?¿cómo posiciona el artista desde su multiplicidad identitaria (geográfica, sexual, género, étnica, etc.) en la re-producción de estéticas?, porque éstas por más que estén ligadas a una historicidad y a un condicionamiento cultural no son continúas, por el contrario son sus discontinuidades las que van estableciendo significados diferenciadores, ¿cómo el artista (se) confronta estas rupturas?. El romper con una tradición estética es un doble ejercicio, el despojamiento de una piel, un acto de despellejarse pero al mismo tiempo revestirse de una nueva piel, muchas veces estas “nuevas” estéticas surgidas desde un posicionamiento crítico e interpelativo a una tradición no son tan nuevas, es decir, los procesos de ruptura llevan implícitos (en mayor o en menor grado) una continuidad, a este proceso se lo ha llamado traducción creativa.
Se puede advertir ciertos riesgos que habría que tomar en estas consideraciones de las estéticas otras, y que, “La nueva atracción de los centros hacia la alteridad, propia de la moda global, ha permitido mayor circulación y legitimación del arte de las periferias” (Mosquera, 1996), esta advertencia viene en el asumir la diferencia de una forma superficial y liviana llevando a procesos de otrorización desde lo exótico, pero por otro lado cuidándose con los esencialismos que caen en puritanismos.
Quizás entonces sea necesario propiciar un espacio de terceridad, lugares fronterizos que sirva para traspasar y dejarse permear por la diferencia, donde la coalescencia sea una política de dialogo. Eso por supuesto, implica una voluntad de no sólo ejercer el derecho a la presencia, sino también a la representatividad creativa desde su propia lógica, desde la inclusión que genera la adhesión al pensamiento del, la otra, a la voluntad de dejarse vestir por la otra piel estética, sobre los propios vestidos que llevamos desde nuestra propia cultura particular. De modo que este puente que se tienda permita realmente un nuevo conocimiento a partir de las estéticas.
Ahora bien, qué sucede cuando nos enfrentamos a un trabajo colectivo de estética otra, existen estéticas de sociedades en las cuales el hecho artístico lleva una larga trayectoria histórica de reproducción, algunas veces refuncionalización y re-creación de códigos ancestrales. Por mucho que sea un creador el productor de la obra, la creatividad adquiere una significación más colectiva que individual, sin que lo colectivo anule a la segundo, por el contrario se determinan entre sí. Lo importante es cómo en esta poética de las estéticas otras existe una clara conciencia de que la subjetividad artística del sujeto está determinada por una pertenencia a una colectividad específica, por tanto la creatividad no es un puro ejercicio racional que esta resuelto en la capacidad inspiradora del individuo, la misma que puede provenir de un mundo tan extraño como el que lo cohabita, una especie de cosmopolitismo abstracto[2].
El cuerpo (los cuerpos) en tanto construcción social y cultural[3], en estas expresiones estéticas adquiere un valor metafórico y metonímico de expresión sígnica, y esto nos replantea el problema del sujeto creativo, sus vínculos socioculturales permitiendo incluir otro tipo de corporeidades y corporalidades que rompen  nociones y visiones antagónicas como las díadas: público vs privado, personal vs social; profano vs sagrado, arte tradicional vs arte contemporáneo, dando paso a la mirada del continuum, es decir, la complejidad de interrelaciones entre sujetos, productos y por supuesto estéticas. 
Finalmente, en todo este panorama, la perspectiva de diferencia y la obra permiten maneras otras de ver, leer, hacer y sobre representar-nos. La subjetividad creativa en la construcción artística es también diferenciada de acuerdo a la historicidad, experiencia y posibilidades de acceso, acciona una multiplicidad de redes de sentidos estéticos, éticos y eróticos.



[1] Este acto de pluralizar el término, no es sólo abrir un abanico de posibilidades para concebir estéticas otras, sino que desestabiliza ese significado que ha estado anclado a la tradición occidental de mirar a la Estética como la reflexión filosófica del arte, volviéndola de esta manera un asunto puro de la razón. Por ello hablar de estéticas nos da la posibilidad de entender que en tiempos y culturas diferentes han construido sus propias estéticas con sus valores implícitos.
[2] Así en como lo define Mosquera (1996).
[3] Muy variada ha sido la literatura académica que se ha desprendido de la biologización del cuerpo, es decir, el cuerpo como un hecho natura, para ello baste ver las diferentes dimensiones del cuerpo que tienen varias culturas, por ejemplo en ciertas culturas de África el cuerpo es concebido en unidad con su sombra que constituye el vínculo con los antepasados y por tanto, no conciben la representación del cuerpo desde la fragmentación.
 Lucha por la vida y la existencia: mirada a los conflictos y luchas de los afroecuatorianos

Edizon León Castro

foto: Edizon León-archivo: Línea Imaginaria

En el Ecuador y en toda la América Latina, debido al proceso de conquista y el establecimiento de un régimen colonial, quedaron herencias sociales políticas que derivaron en la construcción de un sistema de discriminación y racismo. Las poblaciones afroecuatorianas e indígenas, han sido quienes más han sufrido las consecuencias de esta ideología estructural de racismo. Esto se ve reflejado en los índices desproporcionales de pobreza y acceso a los servicios básicos. 

Para el año de 1998, año en que se reforma la Constitución, por primera vez en la historia republicana del Ecuador, se reconoce en la Carta Magna a los afroecuatorianos como pueblo y se le otorga Derechos Colectivos. Diez años después, se hace una nueva Constitución y en ésta se reafirman estos derechos, se condena como delito el racismo y la discriminación y se plantean medidas de acción afirmativa que promuevan la igualdad a favor de los grupos más desfavorecidos, entre ellos los afroecuatorianos.  

Sin embargo a pesar de tener una constitución garantista, progresista y un gobierno lleno de “buenas intenciones” hacia esta población, estos derechos no han sido posible ejercerlos, sobre todo los derechos a la tierra, los procesos de titulación (reconocimiento legal de sus territorios), no sólo han sido demorados y lentos, sino que sobre estos se han legitimado proyectos trasnacionales  como la palma aceitera y la minería.  Estos proyectos que atentan directamente sobre los territorios y sobre la vida de las poblaciones afroecuatorianas, no han sido preocupación mayor del estado ecuatoriano, y en algunos casos ha favorecido mediante la adjudicación de tierras y permisos de concesión explotación.

Frente a estos problema y otros de reivindicación social, las organizaciones afroecuatorianas se han movilizado[1],  pero la incidencia que han tenido no ha sido suficiente para frenar esta permanente pérdida de territorio en medio de una constitución progresista que tiene como referencia el Sumak Kawsay, Buen Vivir.   

La provincia de Esmeradas y de manera especial el norte de esta provincia, se ha visto fuertemente afectada por el problema de tierras, sumado a esto la violencia que se ha generado por ser una provincia de frontera con Colombia. Esta violencia viene de diferentes grupos como la guerrilla, los paramilitares y la delincuencia común, como consecuencia del problema interno de Colombia que profundizo el conflicto con el Plan Colombia bajo el auspicio de los Estados Unidos, esto ha generado desplazados, violencia, dejando esta zona en una condición de vulnerabilidad, donde el estado ecuatoriano, no ha logrado establecer políticas eficaces que garanticen paz y control en esta zona.

En el Valle del Chota que es otra de las poblaciones de asentamiento ancestral, su problema está en el acceso a tierras de buena calidad y recursos como el agua o préstamos para la productividad. 

Un reporte del Centro de Rapaport de los Estados Unidos (2009) [2], planteaba dentro de las recomendaciones al estado que:

A pesar de sus promesas, el Estado ecuatoriano ha fracasado en dar prioridad a los derechos a la tierra de afroecuatorianos, al no implementar las regulaciones o legislaciones necesarias para la protección de éstos bajo las leyes domésticas e internacionales. Ecuador está en una posición para desempeñar un papel importante en la formulación de políticas económicas y sociales con respecto a su población afrodescendiente, pero sólo puede lograrlo si toma una acción seria en los derechos incluidos en su constitución intercultural, busca una resolución a los conflictos territoriales que específicamente estén relacionados con los derechos de afroecuatorianos, y si toma las decisiones políticas siguiendo los requisitos de consulta previa y participación de la comunidad afroecuatoriana (2009).

Lucha histórica y conflicto de los afroecuatorianos por la tierra y la vida
El referente mayor de lucha y resistencia que tienen los afrocuatorianos, son los cimarrones, en 1552 un grupo de esclavizados que estaban siendo transportados desde Panamá hasta Perú, lograron escapar e internarse en el territorio de Esmeraldas. Este primer grupo de hombres y mujeres, que se juntaron con otros grupos escapados de las minas del sur de Colombia, lograron tener el control y la hegemonía total de este territorio, logrando construir un territorio libre denominado Palenque.
Para los años de 1577 los distintos grupos de cimarrones asentados en las costas de Esmeraldas, no solo habían logrado sumar a su proyecto político a los grupos indígenas que habitaban en la región, sino que habrían logrado organizarlos y ponerlos en estado de guerra permanente contra los españoles que frecuentemente atacaban, para consolidar su poder en la región. 
A partir de estos sucesos, ha sido una sola lucha de los afroecuatorianos por la defensa y autonomía de su territorio, debido a las riquezas naturales y minerales, que se encuentran en esta zona, siempre han estado amenazados sus territorios y pobladores.
Racismo y territorio ha sido la fórmula que se ha empleado para irl desplazando de su tierras ancestrales a comunidades enteras. Esta estrategia fue parte de una política e ideología del Estado, cuando en 1964 se promulga la Primera Reforma Agraria y Colonización, con lo cual se declaran extensos territorios de los afroecuatorianos como tierras baldías, y se promueve desde el Estado la ocupación de esas tierras con colonos, con la intención de volver “productivas” esas tierras. En 1973, se promulga otra ley que reafirma esta idea de las tierras baldías como sinónimo de improductivas, y a partir de ahí se establece la categoría de función social de la tierra, que no era más que la base social de un proyecto desarrollista, que buscaba la obtención de recursos económicos aún a costa de explotación indiscriminada de los recursos naturales, los mismos que se encontraban en propiedad ancestral de los afroecuatorianos.
La discriminación racial, tanto directa como estructural, ha generado un campo de conflicto entre las comunidades y las empresas madereras, camaroneras y mineras. Mientras la mayoría de los afrodescendientes se ha opuesto a estas industrias debido a la destrucción que han provocan en el bosque y en el medio ambiente, otros señalan las formas en las que han sido excluidos de las industrias, a veces mediante tácticas agresivas y formas descaradas de discriminación racial. De hecho, algunos de los cultivadores de palma aceitera emplean estereotipos racistas sobre los afroecuatorianos para justificar el avance de la industria de palma en la región, sin la consulta previa o participación de los afroecuatorianos.
El problema con las industrias de las palmas aceiteras no es únicamente el despojo de las tierras ancestrales de los afroecuatorianos, para concentrar la tierra en pocas manos, se suma a este problema los efectos de la actividad extractivista, como el uso de agroquímicos y pesticidas, lo que ha llevado a la contaminación total de sus ríos que eran la fuente  primaria de abastecimiento de agua para su uso cotidiano, esto ha afectado directamente a la salud de sus habitantes.
Con el conflicto de la tierra, llegaron colonos a ocupar las tierras, vinieron las carreteras, entraron las madereras a la tala indiscriminada de bosques primarios, las compañías mineras, bosques que habían sido conservados como parte de la filosofía de vida de los afroesmeraldeños. Esta era la lógica cultural que no entendían los usos del territorio, desde el manejo sostenido del medio ambiente, que estas poblaciones no estaban en la lógica de los producir excedentes y comercializar sus recursos naturales.
Las reformas agrarias no trajeron bienestar ni titulación de tierras, por el contrario, por la concesión desde el Estado y compra de tierras ancestrales, se desarticularon propiedades comunales. Como respuesta a estos conflictos los pobladores se van organizando, para hacer frente a estas empresas.
El marco político sobre el que actúan las organizaciones afroecuatorianas son:
(…) cambiar y redefinir el sentido  tradicional  de las nociones de ciudadanía, representación política, participación y democracia, cambios que –en términos de Escobar- exige el establecimiento de una política cultural.[3]Si la estrategia de lucha es incidir en las políticas culturales, deben luchar por democratizar la sociedad y de redefinir los límites del sistema político; cuando los actores políticos, enmarcados por sus practicas culturales distintas, se encuentran y entran en conflicto, redefinen el poder social y se plantean una lucha por transformar las culturas políticas.

Frente a todo esto algunas organizaciones han tomado la bandera de lucha para la defensa de su territorio, entre estas organizaciones se encuentran La Asamblea de Mujeres del Cantón Eloy Alfaro, quienes empezaron formándose y luchando contra violencia doméstica, y ahora se encuentran desde de sus organizaciones locales, peleando por el territorio, porque han comprendido que sin territorio no hay vida.
Organizaciones de orden regional como la Confederación Afroecuatoriana del Norte de Esmeraldas (CANE), única instancia de tercer grado que recoge mas de 200 expresiones organizativas (palenques locales) en los cantones de San Lorenzo, Eloy Alfaro y Río Verde, compuesta por 9 palenques (federaciones). La principal reivindicación de la CANE es el derecho al territorio ancestral con el reconocimiento legal de la Comarca Territorial Afroecuatoriana, la cual se concretaría en la medida en que el Estado reglamente la ley de circunscripción territorial indígena y afro, de que habla la Constitución Política. Otras organizaciones de segundo grado como Federación Afroecuatoriana de Recolectores de Productos del Mangle de San Lorenzo (FEDARPRON), Federación de Humedales de la Zona del Eloy Alfaro (FEPALUM), Unión de Organizaciones del Norte de Esmeraldas, entre otras han estado luchando por las reivindicaciones de la tierra.
El resto de organización que se han anclado en la ciudad se han centrado en la lucha para eliminar el racismo y la discriminación, pelando espacios de participación política en el estado desde una política de inclusión, acciones afirmativas para las universidades, etc. Hay dos agendas distintas entre las organizaciones sociales de la ciudad (especialmente de Quito y Guayaquil), y las organizaciones rurales cuya demanda es principalmente su territorio.
Como reflexión final testimonios del abuelo Zenón:
El camino que nos trajo a estas tierras donde ahora vivimos, no es el camino de andar y apropiar el mundo por la ambición de colonizar, ni por el orgullo de conquistar. Llegamos a vivir en estas tierras donde ahora somos pueblo afroecuatoriano, siguiendo el camino de la injusticia, de la dispersión obligada que para nuestro pueblo significó la diáspora africana por las América.




[1] Las organizaciones de afroecuatorianos se han debilitado y no han podido articular un movimiento social, que se aglutinen alrededor de un proyecto político común a todas las organizaciones de primer y segundo grado. Esto ha hecho que cada una de estas organizaciones luche con agendas separadas. Sin embargo, es importante reconocer que para que en la Constitución de 2008, se reafirmen los derechos colectivos y demás articulados que favorecen a esta población, existió una unidad que se reflejó en las diferentes movilizaciones que se realizaron, pero de ahí para lograr la exigibilidad de los derechos no hay una respuesta aún.
[2] http://repositories.lib.utexas.edu/bitstream/handle/2152/6887/Ecuador_02_Spanish.pdf?sequence=3
[3] En América Latina hoy todos los movimientos sociales ponen en marcha su política cultural, tanto por aquellos denominados viejos movimientos (como los convencionales urbanos, populares, campesinos, de mujeres) sino también por los nuevos (indígenas, étnicos, gays, ecologistas , de derechos humanos, afro americanos, católicos de base, etc). Se trata de movimientos sociales contemporáneos que en la  modernidad despliegan toda una estrategia de redefinición de sus identidades y propósitos de lucha en el marco inevitable de la cultura