César Guacán: constructor de armonías

Edizon León Castro
María Fernanda Cedeño


foto: Diego Bolaños


En el tradicional barrio quiteño de San Diego, los 60 metros cuadrados huelen a madera. A la derecha, las obras terminadas: todas en hilera, colgadas y en perfecto orden… Al frente, como si fuese un espejo, las que empiezan a nacer, aún en “crudo”. Pero, uno ya puede adivinar lo que se viene: formas impecables, curvas perfectas…

Sobre la mesa: escuadras, moldes, sierras, cepillos, clavijas. Éstas últimas provenientes de China, India y Estados Unidos.

Al fondo, el maestro. El hacedor, el constructor, el luthier de los instrumentos de cuerda más bellos del mundo: las guitarras clásicas, los requintos y los charangos.

Madera fina

Hace 55 años fue bautizado como César Guacán y a los 14 empezó con el oficio. Lo aprendió de los maestros Jaime Ruiz y Edmundo Núñez, afamados músicos y pioneros en la construcción de guitarras. Del primero, heredó el gusto por la madera. Y del segundo, la creatividad. “Para ese tiempo armábamos las tapas armónicas de las guitarras ensamblando hasta seis piezas de madera de pino, que venían de los embalajes”.

Conseguir la mejor madera era el reto para estos innovadores y el lugar ideal para hallarla estaba en las casas antiguas que se derrumbaban. Para los demoledores: “pedazos de palo inservibles” para los creadores: “tesoros en bruto”. Ahí, en medio del polvo y del ruido ensordecedor, los nóveles artesanos se dedicaban a rescatar umbrales y vigas de nogal, ciprés y olivo: muchos de ellos, con más de 200 años de antigüedad.

Para el maestro, la madera es más que materia prima. Es una suerte de arcilla que permite moldear las más bellas armonías. Por eso, no se conforma con mirar. “Yo toco, huelo, siento la textura, la vibración…”. El maestro lo sabe: la clave para diseñar un instrumento con nobleza está, justamente, en las maderas. Éstas deben fomentar la vibración de las cuerdas sin interferencias. Por ello, seleccionarlas y combinarlas adecuadamente es tan importante como lo es para un chef elegir los mejores ingredientes: frescos y de calidad.

Hoy, César Guacán trabaja con abeto sitka de Canadá, con ébano de Nigeria, con las más selectas maderas de la India y por supuesto con los mejores laurel y nogal de Ecuador. 

Desde el corazón

Guacán asegura que le tomó 38 años alcanzar la afinación correcta; por eso es un valiente retador: “quien diga ser un luthier, debe demostrarlo”. Y él lo ha hecho con creces: sus guitarras están en manos de los mejores artistas del mundo y de los que sin serlo saben apreciar lo bueno: intelectuales, diplomáticos de alto rango, ministros, alcaldes, Presidentes de la República… 

Ha sido un profeta en su propia tierra y eso le llena de satisfacción. “Si hay algo que me contenta es ver que mi trabajo es fuente de inspiración para las más bellas melodías. No hay nada más bonito que compartir la alegría propia de la música con quienes saben apreciarla”.


foto: Diego Bolaños 

Este ibarreño, de mirada profunda y sonrisa franca, es generoso con sus jóvenes aprendices con quienes comparte no solo sus más íntimos secretos del oficio, sino lo que para él es la esencia de la vida: “pensar con la cabeza, hacer con las manos e inspirarse con el corazón”.

El maestro no se considera famoso. Pero, sí a sus instrumentos a los que les dedica más de ocho horas diarias de pasión. “Los detalles los pulo yo. De aquí no sale nada que yo no haya supervisado. Para mí, cada instrumento es como una vida que comienza, una responsabilidad enorme y así la asumo”.

Aunque estaría en la capacidad de hacerlo, Guacán se niega a fabricar en serie porque para él “cada guitarra tiene su alma”.

Casado con Lida Arteaga -su eterna compañera- y padre de dos hijas, este hombre de cabello cano y manos pequeñas, es dueño de la paciencia propia de quienes son felices porque hacen lo que aman. Y así elabora sus instrumentos musicales. “Una guitarra, tranquilamente, puede demorar seis meses en estar lista” .

Tiempo, serenidad e inspiración es lo que necesita este luthier ecuatoriano quien es coautor de las mejores interpretaciones: él pone la perfección del instrumento y los músicos, el talento.

Algunos datos

Los instrumentos musicales que fabrica César Guacán se exportan -con exclusividad- a países como: Hungría, Estados Unidos, Puerto Rico, Costa Rica, Perú, México, España, Italia, Francia y, últimamente a Japón. 

En el taller de este artesano se elaboran 150 guitarras al año

Guitarras clásicas, españolas, electroacústicas, tiples, cuatros y charangos son su especialidad. 

Maderas utilizadas en la elaboración de guitarras abeto sitka spruce y cidar, de Canadá; palisandro, de la India; ébano, de Nigeria; nogal y guayacán, de Ecuador son las materias primas de este luthier ecuatoriano.

La guitarra más barata cuesta 250 dólares y la más cara, cinco mil.




África en las Américas y las Américas en África


                                                                                                   Edzon León Castro


Reza un refrán ecuatoriano que el no tiene de mandinga tiene de inga, como una forma de evidenciar nuestras raíces (hispanas, indígenas y afroamericanas), que las llevamos impregnadas tanto en nuestras historias individuales como colectivas como en nuestra piel. Pero la presencia africana en las Américas no debe reducirse a una visión de pasado, hay que vivir esa experiencia con una mirada crítica y constructiva en este presente. Tener de mandinga es tener una ancestralidad africana, pero esa herencia ha sido estereotipada de manera negativa, que muchos han preferido negar esas raíces, seguramente porque conocemos muy poco la historia africana en nuestra América multicolor.

La presencia africana en este continente, es fruto de ese proceso que llamamos diáspora, que simplificando podríamos decir que fue todo ese tráfico y comercio de seres humanos en condiciones infrahumanas. Si bien no hay un número exacto de las personas que fueron sacadas de suelo africano, algunas cifras estiman que cerca 50 millones de africanos fueron transplantados a América, donde cerca del 60% no terminaron la travesía trasatlántica.

Los que sobrevivieron lo hicieron gracias a su original concepción de la vida en sus nexos con los ancestros, con quienes establecieron el compromiso de preservar y enriquecer la vida, a pesar, que es la muerte que los liga con sus antepasados. Por supuesto, hubo suicidios entre la población africana, unos porque preferían morir a vivir sometidos, otros porque sentían que con la muerte regresaban al lugar de donde fueron arrancados para juntarse con su familia y con su tierra.

Pero la diáspora es mucho más que cifras y migración forzada, la diáspora es el relato de cómo esas semillas fueron plantadas en este suelo americano, su proceso de germinación y crecimiento. La diáspora da cuenta de la historia de sus resistencias y luchas, de sus procesos de re-creación cultural, de sus mimetismos y apropiaciones culturales, de su constante renovación de valores africanos con sabor americano en distintos aspectos como la filosofía, las distintas manifestaciones artísticas: danza, canto, baile, gastronomía, pero sobre todo es una historia de re-invención y resurgimiento de una cultura nueva creada con la vieja arcilla de la africanidad.

De regreso a “casa”

A este proceso histórico de la diáspora con frecuencia se lo mira solo de una vía, de África a América y muy poco en doble vía. Se habla y se ha escrito muy poco de lo que África debe a su diáspora. Siempre se creyó que este viaje trasatlántico no tenía retorno, pero desde los tiempos de la colonia y mucho antes de que terminase la esclavitud se vivió el retorno físico y espiritual de los afroamericanos a sus tierras ancestrales, la historia da cuenta de algunas familias que lograron retornar a su África natal. La película Libertad del director Steven Spielberg, cuenta la historia de un grupo de africanos que enfrentaron un juicio en las cortes coloniales de los Estados Unidos y lo ganaron, a pesar que la corte falló a su favor, dándoles la libertad y con ello la posibilidad de quedarse, su decisión fue retornar a sus tierras.

Podríamos citar muchos ejemplos de esta diáspora de retorno como la define el intelectual afrovenezolano “Chucho” García. Los intercambios más provechosos fueron los mantenidos entre el puerto brasileño de Bahía y el golfo de Benin. Se calcula que, en el espacio de 250 años, cerca de dos millones de personas cruzaron el atlántico a bordo de navíos negreros.

Los cimarrones*que se rebelaron en Jamaica fueron deportados a Sierra Leona. El mismo jamaiquino Marcus Garvey, líder de la lucha por los derechos civiles en Norteamérica, llegó a plantear el regreso África y creó una línea de navegación de América a África que la llamó Black Star, aunque después terminó reconociendo que esto era un “error ya que los negros norteamericanos han contribuido en el establecimiento de la civilización norteamericana, y por tanto tienen el perfecto derecho de vivir en los Estados Unidos”.

En los actuales tiempos de globalización, este retorno se ha hecho más fuerte y evidente en diferentes niveles, algunos valores culturales, costumbres, prácticas sociales, filosofías traídos al continente americano por los esclavizados han retornado a África,se han visibilizado y se han transculturizado atravesando barreras geopolíticas.

Africando a partir de la salsa y el blues

Probablemente la música es la manifestación más visible de esta diáspora de doble vía, que ha llegado a crear un verdadero diálogo musical sobre todo con la parte litoral del África occidental. Muchos de los instrumentos de origen mixto como maracas, congas, tumbas y bongós, todos ellos instrumentos de percusión permitieron la creación de ritmos originales como por ejemplo la rumba, calipso, axé de Bahía, jazz, blues, soul, hip-hop y reggae, si bien todos ellos tienen su origen inicial en el continente africano, no es menos cierto que han sido recreados de tal forma que se han constituido en ritmos propios afroamericanos, por tanto el sentido de lo propio viene dado por los procesos de construcción de sentidos y de pertenencia más que el sentido estricto del origen geográfico de donde provengan tanto los instrumentos como los ritmos y bailes.

Son vastos los territorios y las geografías que han cubierto con su manto musical estos ritmos y sus cadencias. En su largo caminar peregrino esta diáspora musical y sobre todo cultural, ha construido un camino de retorno a casa, de regreso al lugar que les dio la vida: África. Desde hace algún tiempo algunas agrupaciones y músicos africanos se han alimentado de esta diáspora afroamericana como por ejemplo: Toure Kunda, Alpha Blondy, Salif Keita, Fela Anikulapu Kuti, entre otros.

La noción de confluencia musical parte de presupuestos sociológicos y filosóficos que se ponen en juego en la música (yendo mas allá de lo folclórico) y así mismo de considerar que las relaciones de intercambio no suponen una necesaria convergencia o influencia ineludible sobre una cultura receptiva. La confluencia musical supone pliegues y repliegues etnomusicales, préstamos, puntos de encuentro y también de desencuentro de tradiciones musicales existentes, fusiones, tentativas aleatorias, desplazamientos sonoros, y hasta fusiones de géneros o estilos.

Dos géneros musicales que tienen “el cordón umbilical” en África, la salsa y el blues, pero que son creaciones afroamericanas han influenciado al ámbito musical africano, un ejemplo es Africando, un grupo de salsa senegalés, que ha atravesado el Atlántico para departir su filosofía de libertad a través de la música. Otro de los grandes músicos africanos que recepto muy bien la influencia de la música afroamericana fue Pedro Gnonnas, nacido al sur de Benin quien fue adepto de la música afrocubana, y quien luego formaría parte del grupo Africando, supo poner en diálogo con una estética ensoñadora, lo que resultó una fusión de las mas creativas entre el “Agbadja” que es el estilo musical de su región (el Mono) y los ritmos de la salsa. Otro ejemplo de ello es lo que se denomina en el ámbito musical como la rumba congoleña y el highlife de Ghana, que fue tomado por los esclavos en el Caribe, y que fusionó para dar origen a la música afrocubana. Gnonnas era devoto de toda la vida de dos clases de música históricamente relacionadas, las canciones tradicionales y los bailes de Fon de Benín y la música afroamericana.

El blues es el otro género que tiene sus orígenes en los spirituals songs, que cantaban los esclavos cuando iban al trabajo en las plantaciones de algodón, eran canciones de lamentos, de esperanza, gritos, versos y protestas. Gran parte de las canciones de trabajo usaban la estructura de llamada y respuesta: el solista cantaba la línea melódica y el coro el estribillo. A este patrón musical se incorporó en el blues y el jazz la libertad en la improvisación. Sin embargo ahora África está produciendo blues “africano” que es una cosa preciosa porque, es un diálogo entre su música y sus instrumentos tradicionales (como el gurkel pequeña guitarra, el violín njarka, la flauta peul o el ngoni (laúd de 4 cuerdas) con blues, Ali Farka Toure de Mali, conocido como del hombre blues africano, es su mayor representante, el sentía que entre los afroamericanos y los africanos no había fronteras: “son solo las ciudades y las distancias que nos separa, pero nuestras almas y nuestros espíritus siempre han estado juntos”.



* Los cimarrones son los esclavizados que escapaban del sistema de esclavitud para establecer sociedades autónomas y libres llamados palenques, quilombos, cumbes.
Vida de santos y vírgenes: retoques y reencarnes de la calle Imbabura

Edizon León Castro 


foto: Edzon León 

El retocado de imágenes se ubica sobre todo en la calle Imbabura, en la parte trasera del convento de San Francisco. Es un oficio que tiene una larga tradición como consecuencia de la permanente tendencia de Quito hacia la tradición religiosa. El proceso de retoque es un proceso minucioso que requiere de un aprendizaje mediante la práctica. Este oficio es uno de los que se debe aprender desde tempranas edades con el fin de que se interioricen bien los saberes, las técnicas y los conocimientos. Rocío Carrión, hija de quien fuera uno de los retocadores de mayor prestigio de Quito, cuenta su historia:

“El primer local fue de mi abuelo en la Alianza y el posterior fue de papá en la Imbabura y Bolívar, ellos eran ebanista, soy la segunda hija y aprendí el oficio, todo es paciencia. Esculpimos en madera bajo pedido, imágenes en fibra de vidrio y las restauraciones que nos traen, hacemos porque fue una tradición. Mi bisabuelo  Severo Carrión  fue escultor que talló imágenes grandes que están en la iglesia de Santo Domingo y mi abuelo Alfonso Carrión  los ángeles que están alrededor de la Dolorosa; mi papá Alfredo Carrión esculpía para las iglesias y hacía restauraciones”

Son varias las técnicas tradicionales que se utilizan en este oficio: entre ellas están las del pincel que es el retoque en base al uso del pincel para las restauraciones de imágenes de madera junto con la preparación de las pinturas que también es todo un arte, la otra técnica que muy pocos lo saben y utilizan es  la técnica de la vejiga de borrego, que sirve para poner rubor en los cachetes o mejilla de la imagen, se utilizaba esta técnica porque se llegaba a tener una impresionante fidelidad y realismo en la imagen, se la llama así porque se utiliza la vejiga del borrego a la que le llenaban pintura y a manera de soplete se aplicaba a la imagen de madera, luego con el dedo con un poco de saliva se daba el efecto final. Ahora hacen a base de soplete.

Hasta hace unos años atrás este oficio tenía la mística y el conocimiento necesario para tratar a estas imágenes como obras de arte, pues los artesanos conocían el valor artístico que tenía una pieza de estas, por eso ellos no retocaban en el sentido estricto, porque decían que pierden su valor, lo único que hacían era coger alguna fallas. Sabían tanto de su oficio aprendido de la tradición generacional que tenían sus propias técnicas para identificar si una imagen era antigua o no por el material con que está hecha:

“Papacito tocaba con el labio inferior para sentir el frio y saber si es antigua, cuando la imagen tienen la cara de metal. Las antiguas se pueden ver por la pintura, por el tono de piel, el nos indicaba que el secreto estaba en la pintura del rubor del cachetito. Si la imagen ha sido retocada uno se da cuenta por la fisonomía antigua de la imagen”.


Foto: Omar Arregui

Otra de las técnicas utilizadas por estos oficiantes era el policromado o pan de oro y plata, llamado pan de oro. En la actualidad se está perdiendo esta técnica porque resulta muy cara para la gente, ahora se utiliza el orete que es menos fino, más gruesa y más moldeable para trabajar. Este oficio muchas veces se mantiene por la tradición más que por la rentabilidad. Hay factores como el cambio de religión de católicos a evangelistas (quienes no utilizan imágenes de santos), que ha diezmado significativamente esta actividad. Hay tiempos y temporadas donde se requiere un tipo de trabajo particular en función del calendario festivo religiosos. Como nos sigue contando doña Rocío:

“Comercialmente tenemos temporadas, desde septiembre a octubre empieza temporada de niños-dioses, luego vienen los niños para los nacimientos y esto se va hasta carnaval. Luego viene los jesuses y cristos para semana santa y ahí viene otra vez el ciclo”

Curiosamente el retoque de imágenes religiosas ha tenido tan buena fama que se desarrolló la técnica del reencarne de lastimados, para personas.

“Mi papacito descubrió esto porque vino una señora extranjera rasguñada, asaltada y le dijo que le ponga algo para que le cubra la piel, con los mismos materiales de las imágenes. Luego ella vino a los 8 días sin ninguna señal y él mismo se sorprendió y ella se encargó de hacerle propaganda”.