Taita Sabino: el yachay del árbol de vida

Textos y fotos: Edizon León Castro* 

Don Sabino Gualinga es sin duda una de las personas de sabiduría más representativas y reconocidas de la Amazonía. A sus más de noventa años realiza todas las actividades diarias para sobrevivencia, como trabajar en la chacra y salir a recoger hierbas necesarias para preparar la medicina para las personas que necesitan ser sanadas. La tradición de la ayawaska le ha permitido conocer el mundo espiritual en el que se desarrolla el conocimiento de los shamanes o yachaks. El viaje a través de dimensiones llenas de seres que viven en el bosque, los animales y plantas aliadas, le permite a Don Sabino reconocer el daño y las enfermedades que afectan la salud de las personas de Sarayaku o de otras comunidades. Una vez reconocido el dolor o enfermedad que padece una persona se llama a los seres espirituales que son sus aliados para empezar a sanar. 
El árbol del medio día, que es el lugar en donde viven únicamente los sabios más poderosos, es donde Sabino encuentra la fuerza para curar. 


Taita Sabino a sus 91 años en Sarayaku. Foto: Edizon León 

Cuando nos dimos cuenta de eso, nos íbamos a quedar sin tierra 

Vivía antes en Tawayñambi, donde vivían mis abuelos. Mi abuela se llamaba Antonia Gualinga, el abuelo, Juan Gualinga. Parte de la familia eran Malaku, Guillermo, Cesario, Venancio. Yo viví ahí hasta los 8 años. En ese tiempo jugábamos con bolitas hechas con la hoja de maíz. Los varones nos divertíamos con el zumbambico. 

Hubo un hecho que marcó a nuestro pueblo: la división por causa de la entrada de la religión católica y los evangélicos. En un inicio, cuando vino la religión católica, todo Sarayaku era católico, de pronto vino una pareja y se pusieron una farmacia, con eso empezaron a integrar a la gente, a través de la medicina. Luego supimos que eran misioneros evangélicos que iban integrando a la gente poco a poco. Les dijimos que las personas que desean pueden integrarse pero no pueden ser obligados. 

Nosotros dijimos que íbamos a continuar siendo católicos. Al principio hubo una buena relación pero, desde un inicio la idea de los evangélicos había sido apoderarse de gran parte de nuestro territorio, hasta la comunidad de Teresa Mama. Dándonos cuenta de eso, ya no quisimos permitir y pusimos límites a estas personas para el territorio Sarayaku, hasta el lado del río Bobonaza.

Luego una familia de aquí, de apellido Gualinga se hizo parte de la misión evangélica y eran los encargados de conquistar y seguir apoderándose de las tierras, como la misión había planeado. Cuando nos dimos cuenta de eso, nos reunimos, porque nos íbamos a quedar sin tierra. Entonces, ninguna persona de la comunidad quiso frecuentar a los evangélicos. Siendo familiar mismo, él tuvo que abandonar la comunidad para que el conflicto dejará de existir. 

Un día tuvimos la visita de Oswaldo Guayasamín y nos hicimos amigos. Le hicimos las curaciones con ayawaska. Pasó unos días con nosotros compartiendo, conversando. Luego nos encontramos en Quito, conversamos y continuamos la amistad. Guayasamín se identificó como indígena, él estaba admirado de que Sarayaku se mantenía unido. Yo le había explicado que en otros lugares están en pequeños grupos, que no están unidos como pueblos. Solo una vez vino, pero en Quito nos encontramos algunas veces. 

Me invitó a la inauguración de la Capilla del Hombre, consagré una piedra y la enterramos. El sentido de este acto era que nadie podría mover la piedra, que fuera inamovible. Estuve en la ceremonia de inauguración. 

Benjamín Gualinga fue el primero que me enseñó a curar 

Desde el inicio de nuestro aprendizaje, durante nuestra dieta, nos dicen lo que no tenemos que hacer. Provocar daño es prohibido para un yachak, es una cosa en la que no podemos intervenir, pero algunos lo hacen y el que hace eso es un yachak malo. A mí me han medido para ver si soy un yachak bueno o malo y me han provocado, pero yo estoy sólo para curar, y para defenderme, en caso de ser atacado. Los verdaderos yachaks, los que todo lo ven, los que saben de la energía de la naturaleza, de la tierra, del agua y del cosmos, esos no es que curan así nomás, esos piden una autorización especial al Creador. Así pueden inclusive devolver la vida al que casi está muerto. No actúan solos, de ley tiene que haber una conexión con el Creador. Es la conexión entre el cielo y la tierra, la creación no puede estar fuera de esto. 

En este mundo de lo divino, no hay ningún santo o virgen, pedimos autorización a Dios, no tiene un nombre, no tiene una especificidad, es el Todopoderoso, es uno solo. Pedimos también permiso a la Pachamama. Los espíritus están bajo nuestras órdenes. Cuando nos convertimos en yachak, todos los espíritus de la naturaleza, están bajo nuestra disposición. Al que sí tenemos que pedirle autorización es al Todopoderoso. Lo que no está bajo nuestro dominio, tenemos que pedir autorización. 

La primera persona a quien traté con ayawaska, después de las dietas que hice por años, es una comadre de mi padre, que se hizo tratar. (Uno nunca como chamán se debe identificar ante la gente, no se debe publicar que es alguien que ayuda, que es curandero, es un secreto que yo y la familia debemos mantener. Si no, van a venir muchas gentes para hacer maldad). Era una paciente de Sarayaku, había tenido dolor y no tenía ánimos para seguir viviendo, estaba cansada. Hay un punto donde se trata la corona y eso le hace levantar el espíritu para continuar con vida. En la corona le ponemos samay (energía) para que tenga ánimo de vida, para que sienta esa alegría de vivir que, cuando se termina, la gente no puede hacer nada, está enferma. En el mundo de la ayawaska no somos nosotros, vienen doctores de los ríos, de los cerros, del cielo, de todo lugar. Ellos son los médicos que llegan a curar a los pacientes. 

Benjamín Gualinga fue el primero que me enseñó a curar. Él fue mi primer maestro, el conocimiento se denomina chawa Yachay. Hay que saber contrarrestar los poderes malignos que son rápidos, en una noche te eliminan. Hay un ave que es el supay, me dio el conocimiento de eso y de otros espíritus que viven y que son rápidos para curar. 

Con el “billete” Ramón aprendí también, era efectivo para curar leishmaniosis, le curó enseguida a la tía que había estado con esa enfermedad. Me dio ese poder para curar todo tipo de insectos que se entran en el cuerpo y causan llagas. El “billete” Ramón sabía cómo quitar las arañas o insectos, una vez que le quitan con la ayawaska, se va enseguida. 

Los maestros le obsequian al aprendiz, laboratorios, medicinas, a través de la energía que le transmiten. Porque cuando un shamán no quiere transmitir, no transmite. Por eso, tienen su maestro que está encargado de transmitir todo lo que tienen. Mi farmacia está llena de herramientas, de medicinas. La energía se transmite a través de la corona, o soplándole una bebida, a más de la guayusa, otras lianas, otras hojas medicinales. El proceso de soplarle se repite muchas veces. Hay un maestro principal pero también hay otros a los que escuchar. Se aprovecha la dieta que se está para crecer. 

Corina Montalvo su compañera de vida 



                                                                           Korina Montalvo en Sarayaku. Foto: Edizon León

Yo me crié sola, mi mamá me dejó a los 5 años donde una prima suya, mi papá, Venancio Gualinga era de aquí. Mi mamá era mestiza, se llamaba Sara Montalvo. Antiguamente sabían trabajar como comerciantes en esta zona, mis abuelos maternos se comprometieron y tuvieron un hijo, le pusieron Aurelio Montalvo, como su padre. En ese tiempo el caucho era el negocio. Aurelio era el que entregaba la mercadería y un amigo llamado Víctor iba dejar las muestras. Un día, Aurelio salió a cobrar, al llegar le dijeron que Víctor ya había cobrado diciendo ir autorizado por él, y así subía Aurelio y bajaba Víctor y se cruzaron en el camino por Pacayaku, se pusieron a discutir y se dispararon el uno al otro, Víctor murió y Aurelio alcanzó a llegar herido hasta aquí que antes se llamaba Guankiri Andúas, y lo nombraron Montalvo por tan buena gente que fue el hombre. 

Cuando yo conocí a Sabino, él ya sabía curar sabía pero no mucho. El papá lo crió cuidándole con comida buena y especial, no comía cualquier comida, solo carnes y pescados de montaña; el papá de Sabino se murió cuando yo era pequeña, me dijeron que le hicieron algún daño. Sabino era mayor a mí, cuando yo era niña ya lo veía a él que era joven. Yo soy nacida aquí en Sarayaku, pero después me llevaron a otro lugar y me entregaron a un yachak. Ahí me dejó mi mamá, ahí me crié, en una sola casa sin pasear sin moverme a ningún lado. Todos se iban a pasear pero sólo yo debía quedarme en la casa, estaba toda desnutrida, era raquítica y después fui poquito a poquito desarrollando hasta hacerme señorita. Ante todo quería casarme, yo tenía que servir, hacer chicha, cocinar. Cuando yo tenía 22 años Sabino era ya hombre viejo, como me decía la gente, después como me trataban mal donde yo vivía, conversé con Sabino y me dijo que conocía a mi mamá que estaba viva en Esmeraldas y no muerta en Samborondón como me habían hecho creer, y que si nos juntábamos él me iba a llevar a verla. Yo ya no me acordaba de mi mamá y sólo quería salir de esa casa pues no tenía libertad, no podía ir a pasear a ningún lugar. Estuvimos de enamorados con Sabino 8 meses nada más y de ahí nos comprometimos pero hasta el teniente político no quería que me case, parece que me tenía envidia o algo y no nos casaron, Dios sabe todo lo que me hicieron. 

Aquí nos comprometimos, y en ese entonces, Sabino estaba en ayuno. Al comprometernos, más yachaks empezaron a odiarlo diciendo que era viejo y que cómo se compromete con una jovencita, al tercer día después del compromiso tuvimos que salir, caminando y en canoa hasta Quito y me dejaron ahí en casa de una familia Cuesta, diciéndome que ahí tenía que pasar yo durante 2 años aprendiendo castellano hasta que Sabino termine de trabajar, de estar en ayuno. 

Yo ahí tuve que trabajar, sin ganar dinero, solo la comida me daban, para sobrevivir mientras Sabino terminaba su ayuno. Cuando se cumplieron los dos años volvió por mí, porque ya me estaba sacrificando mucho. 

Sabino ya había terminado el ayuno pero igual él estaba todo cerrado, casi no hablaba, decía “yo soy un yachak”, nunca me dijo nada pero la familia sí sabía, otras personas no. La señora de Quito no me quería mandar, pero le dije que me iba a casar en Sarayaku con la familia de Sabino y ella me dijo que nos casemos en Quito que nos iban a acompañar y que después podíamos trabajar en su casa con Sabino pero él no quiso. Así que nos casamos y nos fuimos a La Maná, a trabajar en una finca de unos suizos y aprendimos de la cosecha de café, de cacao, de la polinización. Ahí trabajamos hasta tener 2 wawas, Juan y José, como yo estaba sufriendo con mis hijos y creo que mi suegra sufrió así mismo, Sabino nos dijo: “vamos para tierra libre a trabajar”, y vinimos a Sarayaku. Así estuvimos, bastante tiempo acompañando a mi suegra, después hicimos una casita por acá atrás nomás, después vino el problema de que unos decían que las tierras eran para los colonos y otros decían que eran para los indígenas; los misioneros católicos apoyaban a los indígenas. Yo soy catequista, traduzco lo que dicen los curas del español al kichwa y como soy analfabeta solo he podido aprender a hacer medicinas. 

Antes tomaba ayawaska, sí, es medicina, mi marido toma y no se enferma de nada, yo ahora no puedo porque tengo la presión alta. He tomado la ayawaska de Sabino. La primera vez vino un yachak del Puyo y él me dijo por qué no tomas ayawaska, vamos a Colombia allá hay bastantes yachaks, y ahí me dieron una ayawaska como mermelada y le llamaban ayawaska jaguarí, me dijeron que tome un poquito cada vez que me fuera a dormir y después que tomara un poquito de agua. La verdad esa no me hizo nada, pero la de aquí sí, me hace ir al baño y me da vómito. Tengo pocas visiones, puros wawas, niños pequeños veo yo; para tener visiones fuertes hay que tomar mucho, y yo, como tengo la presión alta, no puedo tomar mucho. 

Pero lo importante está en la dieta, para que eso se enraíce en el cuerpo, no hay que consumir nada de sal ni ají, condimentos, nada de carne pesada, todo escogido, solo pescadito y se toma plátano tierno en líquido. No se toca el fuego. Nada de cercanía con otras personas. Esa dieta hay que seguir hasta el día que el maestro ordena que uno está listo para comer otro tipo de alimentos. 

Yo sí veo sin haber tomado medicina 

 Es fácil diagnosticar, cuando uno mira una enfermedad provocada, está ahí presente, se ve lo que le han puesto, está ahí ese objeto, lo que quiera que le esté haciendo daño. En cambio, si es una enfermedad común, como la fiebre, se ve como una planta, está como quemado, marchito. Lo que hacemos para el primero es, sacarle lo que está haciendo daño para que pueda tener salud. Y en el otro caso, como está marchito por sí mismo, lo que hacemos es revivirle, tal como le ponemos agua a la plantita para que vuelva a vivir. 

Además podemos ver al que va a morir, se pone blanco. Sí da miedo cuando uno sabe que la persona ya no va a vivir. También vemos al que va a vivir, con fuerza, largo tiempo, su color es rojo. Para hacer el diagnóstico, los que son bien poderosos apenas el paciente está entrando, ven con el ojo normal, sin medicina. Yo sí veo sin haber tomado medicina. Todo veo. Antes los shamanes podían ver al yachak que había hecho daño a alguien. Cuando esa persona venía a curarse, seguro que ese yachak iba a venir, pero no venía tranquilo, venía agresivo, algunos mandaban humo negro, otros mandaban flechas, todas las armas de ataque para que no pueda curar. Ahora ya no hay este tipo de yachaks tan fuertes. 

Pero nosotros no estamos solos, no curamos así nomás, tenemos un ejército. Mientras estamos curando, estamos rodeados de nuestros guardianes que retienen todo el ataque que viene de fuera. Es como un ejército alrededor mío y yo estoy curando. El otro está mandando toda su energía para impedir la curación y mi ejército me está reteniendo, luchando. Ahí me encuentro con el otro yachak, y yo le pregunto: “por qué le hiciste daño a esta persona, deja de hacer daño”. Si es un hombre o mujer común y corriente, si no es un yachak, les pregunto por qué le ha hecho daño. Tenemos una conversación espiritual, a veces se va a alejar, pero si no hace caso, otra vez, después de que termine de curar, vuelve a hacerle daño. En el momento de la curación pongo guardianes para que no me interrumpan la curación. 

El yachak que puede hacer daño aparece como es, y el ejército que le acompaña son como los militares o soldados, algunos vienen vestidos con armaduras. Cada uno tiene su ejército. Es como un gobierno, cada yachak tiene unos guardaespaldas que le protegen. Antes, cuando la persona venía enferma porque le habían hecho daño, se curaba succionando con la boca o chupando. Esto hacían algunos yachak que ya eran más sabios, del Perú, del Tena, Archidona, Santo Domingo, los shuar, achuar eran famosos. Ahora ya no se trabaja en esa magnitud. Pero igualmente las personas se curan, bien curadas. De esas enfermedades hay que hablar espiritualmente, tomando ayawaska. Ahora ya no ponen enfermedades (hacer daño). 

Antes decían que los brujos de Santo Domingo eran muy fuertes, así era. Ahora creo que ya no, porque los jóvenes entraron a la escuela, al colegio y ya no reciben esta enseñanza. Aquí también pasa lo mismo. 

Si no hay curanderos, las personas se mueren 

Los espíritus nos avisan lo que tiene la gente. Son los espíritus del agua, del viento, del río, de la montaña, dependiendo de cuál sea la energía que se utilice. 

Curo con plantas, sobando con la mano. Entre las plantas están la chugchuhuasa, caballohuasa, negrohuasa. Dependiendo de la enfermedad se usa. Por ejemplo, si tiene problemas con los riñones, hay una hoja suave, sensembo. Se pone a hervir y se deja de noche en el sereno. Eso tiene que tomar dos o tres veces. Esas plantas son muy buenas. Chiricaspi es planta fría, buena para el calor, para cuando está bajo el aliento del cuerpo, para fiebres. Se cocina o se muele y se da a tomar. 

El masaje se hace para sanar el dolor por golpes, dolor de estómago. Son remedios para enfermedades naturales. 

Las plantas con las que curo, amaru caspi, son para cuando de repente duele el estómago, otra planta, zaragoza, sapo aspi, para que salga todo lo que causa dolor, para los bichos. Un bicho puede entrar en el cuerpo, cuando estás andando por la selva, de repente te caes y duele, puedes morirte. Si no hay curanderos las personas se mueren, muchos murieron así. Pero si hay curanderos, se curan. 

Espanto también curo, limpiando con hojas de ilopango, awincha, (tipo de ortiga) hoja de yutsu. Con eso se soba el cuerpo. Si es con ayawaska, se canta, se fuma cigarros, se sopla todo el cuerpo. Los curanderos llaman en ayawaska a muchos doctores, se conectan espiritualmente y los que curan son los espíritus. De igual manera se cura el espanto a niños y a mayores. 

También puedo limpiar sin tomar medicina. Cualquier día se puede limpiar, masajear, sobar, soplar a las personas que vienen adoloridas. Luego, las hojas se botan donde se bota la basura. Para curar el mal de ojo casi no hay plantas aquí, antes teníamos unos bejucos largos para sanar. Algunos curaban tomando ayawaska, otros con las hojas. El mal de ojo es como un viento que puede venir, pueden ser personas que cargan mal espíritu, que tienen mucha mala energía, mucho cansancio. De pronto esa persona se cruza con alguien, le ve y le pasa la mala energía, más bien él se cura y se va, porque tienen una energía más fuerte, el otro es solo receptor. Eso se cura limpiando con la ortiga, la tsuna y jimapanga. 

El caso más difícil que me ha tocado curar, fue una vez que curé a una persona que estaba con diarrea de sangre. Le di de tomar una planta llamada tsicta, con otra, pukushpa. Raspé la corteza de la plantita, una planta que crece hasta 4 metros de altura. Se saca la corteza, se le pone con agua y se le da de tomar; se usa también jengibre. A todas las plantas se les consagra con la ayawaska y se les da de tomar. 

Cuando una mujer está embarazada, el soplo en la corona le consagra para que no tenga problemas en el parto. Cuando los yachaks soplaban en la corona de la madre, significaba que estaban dando más ánimo, fuerza. A mi mamá le soplaron. A veces yo les doy a beber ayawaska. 

Algunos yachaks manejan el pajuyu, un nivel de energía similar al Reiki. No es la misma energía del que sabe curar con poder que se llama supay chawa. Para aprender eso hay que hacer bien la dieta. Los que limpian con el fuego de la chonta, tienen un nivel de pajuyu, usan la energía con la mano, y pueden tener energía en todo el cuerpo, pero no es el poder sobrenatural –yachay-. 

El único mundo conocido era el de la ayawaska 

 Yo vengo de una generación donde mis abuelos tomaban ayawaska. Como mi padre era shamán- yo veía desde niño todo lo que él hacía-, mi mundo estaba por inclinarse a la curación. Siempre vivimos en el río Rotundo. Cuando mi papá, Benjamín Gualinga, tomaba medicina, yo era niño. La primera vez que hice ayuno, era pequeño. A los 10 años ya tomé ayawaska. Poco me mareó. La primera vez tomé con mi abuelo, con mi hermano. Y vi a los mayores. 

Cuando era niño, no había escuelas ni colegios, el único mundo conocido era el de la ayawaska, un mundo donde se ve todo, y donde todo existe. Es incomparable con el mundo de las grandes ciudades, los grandes países, ni Europa se compara con el mundo de la ayawaska. Existe todo tipo de máquinas, herramientas, motores, pero el mundo de la ayawaska es muy diferente. Eso yo vivo mirando en mi mundo, no se puede comparar con el mundo terrenal. 

Cuando se toma ayawaska se llega a ver el árbol del medio día, Tutikaspi-. Con ayawaska es lo último a lo que el shamán puede llegar con ayawaska, solo ahí se ve el árbol del medio día, donde todos los espíritus de los shamanes se integran. El espíritu de todos los shamanes alimenta a este árbol, y el de algunas otras personas también. Alrededor suenan truenos, las flores son los espíritus de los shamanes, su tronco es como una casa, las raíces son tremendas, se enraíza profundamente. Son pocas personas las que lo ven, no sé si son de Colombia, Perú o Aguarico. Yo lo vi cuando estaba joven. Cuando se ve ese árbol, uno se llena de emociones, es incomparable la alegría que se siente, le llena de felicidad. Cuando amanece, despierta con un espíritu lleno de vida. 

Cuando tomo ayawaska estoy en compañía de otros hombres y mujeres, diferentes, extraordinarios. Las personas cercanas son como espíritu del agua, de la selva. Cuando vivía un señor que no me quería como shamán, quiso hacerme un daño, y quedé como desmayado, mis amigas la mujer amasanga sacha warmi, yaku warmi, me estaban cuidando todo el tiempo, le estaban pidiendo a otro médico que estaba mal y que por favor me ayudaran a recuperarme. Ya me estaba recuperando y escuché esas voces, ellas estuvieron a mi alrededor, protegiéndome, para que no empeore la situación. 

Al iniciar a un yachak, se elige darle el espíritu de una boa, de un tigre, de un águila, porque son seres que viven sin herirse, sin enfermarse, nunca se les encuentra muertos, a menos que sea por mano de un humano. Por eso se le da esos espíritus a cada persona que está recibiendo las energías. El yachak con el que está aprendiendo es el que le da ese espíritu al aprendiz, porque los tigres no viven enfermitos ni las anacondas están tristes, tienen espíritus fuertes de por sí. Les dan esos espíritus para que vivan sanos, vivan bien, no se enfermen, no estén tristes. 

Los primeros maestros me dieron esos espíritus, mi padre como principal me dio ese espíritu, para que en la adolescencia no esté mal y pueda continuar sin problemas. Lo hicieron cuando todavía no tenía conocimiento, cuando estaba en el vientre de mi madre. La que hace la dieta es la madre, mi madre hizo dieta por mí. El espíritu que me dieron puede ser un águila -la de la leyenda del Misahuallí, una enorme águila que capturaba a los humanos-, y un cóndor, para que las enfermedades no agarren. 

Además de transformarse en animales, hay herramientas, se tiene flechas, armas de fuego, para librarse de enemigos. De acuerdo a las canciones que las hay de boas, de águilas, uno se convierte en esos animales. Las canciones también tienen que ver mucho con el mundo que nos envuelve al shamán y al paciente. La música viene por sí sola, suena en el cerebro. También se puede curar sin canciones, se ve el espíritu lleno de suciedad, cosas que le están atravesando por la cabeza, el estómago, los pies, y se las quitamos. Pero mi línea es con taki (canciones). 

Existen los bancos, cuya función es llamar, invocar a los espíritus de los antepasados. El primer banco que llegó a Sarayaku es mi tío, que trajo el conocimiento desde el Perú. Si yo fuera banco, invocaría al espíritu de mi abuelo y en mi voz se escucharía su espíritu. A través del banco, el espíritu pregunta: “¿Qué quieres que yo haga? ¿Por qué me invitaste?”. Se le explica cuál es la razón “mi hijo está de muerte”, o algo que está pasando de urgencia, y él le ayuda a sanar. El banco es el intermediario, es la silla de la persona y no hay que molestarle, porque está en el trance de hacer el rol de silla, la silla del espíritu. 

Estas cosas no se pueden contar a la luz del día.

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*Este historia de vida fue trabaja en una investigación sobre sabedores y sabedoras de la medicina ancestral de los pueblos. Con el José Proaño como asistente de investigación y Jennie Carrasco correctora de estilo. 

La oralidad desde las Cantoras de la Concepción: la palabra cantada*

 

Edizon Léon Castro

Los mayores son 

nuestros testigos, y 

de su palabra 

tenemos mucho que  aprender 

Abuelo Zenón- Juan García Salazar (1)







                                                                          Rezanderas de la parroquia de la Concepción  Foto: Patricio Estévez 


Si bien el dilema y la confrontación/opisción en la lógica de ese binarismo mal intencionado entre la palabra dimensionada en la oralidad y la escritura, ha bajado de intensidad, persisten prejuicios epistémicos, que se reflejan en lecturas de quienes jerarquizan la escritura frente a la oralidad y con ello, han aportado a la configuración de una geopolítica desde el criterio de los países cuyos pobladores-ciudadanos han hecho un uso específico y predominantes de la escritura y oralidad. 


Es frecuente aún referirse a pueblos sin escritura, y con ello, son catalogados en unas escalas epistémicas y subjetivas por debajo de los pueblos con escritura, éstos últimos como sinónimo de pensamiento y conocimientos modernos, en contraposición con los pueblos sin escritura como sinónimo de pueblos primitivos. La “actitud de menosprecio” o de inferiorización, es el resultado de una práctica racista-colonial del pensamiento moderno-colonial como una forma de garantizar la dominación. Por ello, Mignolo planteaba que lo que aseguraba la diferencia entre la superioridad del hombre civilizado sobre el bárbaro, era la posesión de un sistema de escritura como la alfabética. 


Así la escritura se constituirá en un dispositivo, y un mecanismo de poder entre quienes la poseen y quienes no, y esto llevará a creer que la escritura es la medida de mayor o menor humanidad. Pensar que la escritura era el único camino hacia el conocimiento, la creatividad, las artes, nada menos equivocado. 


Pues bien, sabemos que esta perversa relación entre oralidad y escritura, ha estado atravesada por relaciones de poder dentro de un contexto del colonialismo.(2)


La oralidad ligada a la palabra cantada –y no quiero abordar desde esa dicotomía con la escritura-, ha sido fundamental en el proceso de la diáspora africana en las Américas. La primera relación de la palabra la establezco con la memoria, es decir, una memoria constituida por la palabra, por la oralidad. Pero esa memoria también es un contenedor de cultura, filosofía, conocimientos y saberes, literatura, cosmovisión y cosmogonía. 


Esta oralidad no es la simple expresión o trasmisión de todos estos elementos, sino que la palabra es parte constitutiva de ellos, es la estructuración filosófica de la cultura en su más vasta dimensión. 


La oralidad como reservorio de sabiduría, y no como apéndice, como algo superado después por la imagen o por la escritura…la oralidad como vehículo sígnifco e intermediario en la fijación de los sistemas de conocimientos, los criterios, los conceptos, los cánones, las imágenes y las formas históricas de trasmisión y comunicación en una cultura, la oralidad poética…(3)


Por tanto, la oralidad tienen una estructura que le ha permitido a los pueblos de origen africano, reconstruir sus mundos y expresarlos, en ese sentido, se ha convertido en uno de los puntales de la existencia de los hombres y mujeres de la diáspora africana. 


La oralidad ha posibilitado desde sus postulados sociológicos fijar comportamientos humanos y comunitarios, características y estilos de rituales, creencias religiosas, fórmulas de curación y conservación de la salud, método de construcción de instrumentos, medios de trabajo, vivienda, organización del trabajo, formas de alimentación, de vestuario, de costumbres y la estructura jerárquica de la comunidad, todo lo cual trasciende de una época a otra gracias a la memoria de los hombres…(4)


Quería usar este breve contexto explicativo para poder abordar la oralidad desde la palabra-cantada en la producción del material oral de Cantos de las Siete Palabras, celebración de Viernes Santos en la Concepción, como parte de la festividad religiosa de la Semana Santa en Territorio Ancestral Afrochoteño, de manera específica en la parroquia de la Concepción. 


En este caso concreto la oralidad está encarnada en la espiritualidad, desde esa imposición de la religión católica por parte de los jesuitas y que hace parte del repertorio de la esclavización, pero que sin embargo, lograron resignificar a partir de su memoria ancestral, para luego reconstruir propios sentidos de vida, lo que Adolfo Albán llamaría reexistencia y Arboleda suficiencias íntimas.(5) 


Rezanderas de la parroquia de la Concepción  Foto: Patricio Estévez 


Desde esta espiritualidad ligada a la palabra y a la memoria, se hizo la produción de los Cantos de las Siete Palabras,(6) que es una liberación del alma, es una huida de ese sistema de opresión, por tanto deben ser asumidos como cantos de resistencia y esperanza, y al mismo tiempo hacen parte de esa ritualidad que tiene su matriz africana.  Las raíces africanas se advierten  en forma llamado y respuesta, donde la cantora principal “dialoga” con el coro enunciando una frase, tras la cual recibe una respuesta colectiva. En estas oralidades cantadas se suman los saberes de la comunidad y el pensamiento ancestral que expresan sus concepciones cosmogónicas. 


Sabían y sentían que a través de sus cantos podían retomar, llamar y hablar con sus dioses, volver a la memoria de sus tierras de las cuales fueron arrancados, volver a sentir-se que era lo que daba sentido a su humanidad. Sin evitar que también fuera un medio para liberar angustias, afectos, impotencias y violencias acumuladas. (7)


Las mujeres cantoras de la Concepción, están marcadas por esa espiritualidad enraizada en sus ancestros y ancestras, quienes han ido marcando el camino desde la palabra para construir memoria y trasmitir a las siguientes generaciones, es por ello que constituyen y hacen parte del patrimonio cultural y religioso-espiritual de nosotros los afrodescendientes. 


Sus cantos insertos en la oralidad, son esas semillas de las siembras culturales que nos hablaba el maestro Juan García Salazar, “Hablar de las siembras culturales es hablar del cultivar, de hacer producir, de perpetuar las semillas culturales que los y las mayores sembraron en el espacio del territorio y que perduran hasta hoy día”, el maestro siempre hablaba de “pensar sembrando”, y nosotros bien podríamos decir que lo hacen estas cantoras es “cantar sembrando”, es decir, regar las semillas en el territorio ancestral para que sean cultivadas y de esa manera se continúe con la tradición. 


 Escucharlas cantar a estas cantoras es un desgarramiento del alma desde lo profundo de la existencia misma, son los mismos spirituals o gospel de los afroamericanos de los Estados Unidos, que eran cantados en las plantaciones incialmente y luego en sus iglesias….La palabra cantada. 


Rezanderas de la parroquia de la Concepción  Foto: Patricio Estévez 

Si bien en sus cantos buscan reflejar el dolor de la muerte de Jesús en el ámbito del catolicismo, es al mismo tiempo un canto a todos sus muertos, un llamado a sus ancestros para tener su protección. Es la función de esta oralidad expresada en los cantos de estas mujeres de tradición. 


No está muy lejos el tiempo cuando la cultura del pueblo afroecuatoriano se transmitía de manera exclusiva por la oralidad. Todo lo que se aprendió sobre nuestro ser, sobre nuestras historia y nuestra identidad cultural lo aprendimos gracias a la palabra de los mayores, es por ello que la oralidad en la construcción de la existencia afrodescendendiente en todo el proceso de la diáspora africana ha sido un pilar sobre los que sostiene la afrodescendencia. 


Una buena parte de la historia de nuestro pueblo, quedó registrada y se guardó por cientos de años en la memoria colectiva de las comunidades, y de manera particular en la oralidad cantada de estas mujeres cantoras. Hoy gracias a esa memoria oral celosamente guarda en la memoria de los ancianos podemos reconocernos y sobre todo pertencernos como un pueblo dueños de una particularidad cultural de claros orígenes africanos.


Es así, como la oralidad de la palabra cantada expresada muchas veces de manera implícita, es lo que ha configurado la “experiencia negra”, esto no es más que mirar como estas mujeres cantoras afrodescendientes, están atravasadas por la experiencia histórica de la diáspora africana, tanto de la esclavización como de sus resistencia, para construir desde su pertenencia y su identidad. 


Estas son las potencialidad de una oralidad que no está sujeta y menos obligada a pensarse desde la relación con la escritura. Una oralidad que es asumida desde unas relaciones de poder que ha constituido a las personas que se pertenecen a la diáspora africana. 


La tradición mandaba: Usar la fuerza de la fuerza de la palabra para trasmitir de generación en generación los valores espirituales que alimentan la fe y fortalecen el espíritu. Trasmitir los distintos los saberes curativos que mantienen el equilibrio entre el ser humano y la madre naturaleza como mandato para garantizan una vida digna.


Por eso, resulta triste ver que en los últimos tiempos, los testigos de la memoria colectiva han perdido su rol de guardianes y trasmisores de estas herencias culturales. La cultura dominante con sus promesas de modernidad y su poder sobre las nuevas generaciones ha creado una brecha y una desvalorización de esa memoria oral sembrada en los territorios. 


Es por ello, que el maestro Juan Gacía Salazar insistía mucho en el encargo generacional que tenían los y las jóvenes: 


Los de mi generación escuchábamos a nuestros mayores narrando, cantando, explicando y nuestro corazón, nuestra mente estaban listos para aprender a través de la trasmisión oral de sus conocimientos, de sus saberes. El encargo generacional de nuestra generación, era de aprender escuchando. Pero ahora eso ha cambiado.(8) 


Una oralidad que busca no sólo desafiar al tiempo, sino también al poder y al mismo tiempo seguir aportando a ese sentido de comunidad. 




Notas: 

* Este pequeño artículo fue elaborado para la plataforma Web Memoria Sonora de Poesía Ecuatorianadel Colectivo Oído Salvaje. http://poesiamanoamano.com/edizon-leon/

(1) Juan García Salazar y Catherine Walsh, 2015. https://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/5178/1/Walsh%2c%20C%20y%20Garcia%2c%20J-Memoria%20colectiva.pdf 

(2) Con esto no pretendo decir que esta relación entre la oralidad y escritura no se encuentre mucho antes del colonialismo en las Américas. 

(3) Francisco López, 2010, “Ifá, carácter y destino”, en Ifá Santa palabra: Concepto ético sobre el carácter y la ancianidad., de Adían de Souza. 

(4) http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Havana/images/Fundamentos_teoricos_acerca_de_la_oralidad_02.pdf

(5) Santiago Arboleda. Le han florecido nuevas estrellas al cielo: suficiencias íntimas y clandestinización del pensamiento afrocolombiano. 2011.”(…) suficiencias íntimas, entendidas como cúmulos de experiencias y valores siempre emancipatorios; reservorio de construcciones mentales operativa, producto de las relaciones sociales establecidas por un grupo a través de su historia…”

(6) Una colaboración entre el Fondo Documental Afro-Andino de la Universidad Andina Simón Bolívar y Oído Salvaje como parte de un proyecto de investigación con Latin American Studies Association-LASA.

(7) Edizon León. La música del Valle del Chota y la re-existencia. 2015

(8) Juan García Salazar y Catherine Walsh, 2015. https://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/5178/1/Walsh%2c%20C%20y%20Garcia%2c%20J-Memoria%20colectiva.pdf 





















Doña Belermina: la Mama grande de Tumbatú

Edizon León Castro 
Fotos: Archivo Edizon León 
                    

Foto: Archivo Edizon León 
                                                                  

A pesar de su carácter tozudo, fuerte y hasta cierto punto tosco, está llena de una ternura forjada con los años a pesar de las adversidades. Cuando le pregunto por su nombre, me responde con una sonrisa sincera, “Yo me llamo María Belermina Congo de Jesús y unas yerbitas más…” y a continuación me clava su mirada dulce como la panela. Y continúa, “Mi padre era Teodoro de Jesús Congo y su madre María Idubijes, los dos oriundos también de Chalguayacu”.

Doña Belermina no tiene problema en abrir-me su memoria para contar fragmentos de su vida. Nacida en Chalguayacu y criada en El Juncal, dos comunidades que están dentro del territorio ancestral del Chota (entre las provincias de Imbabura y Carchi), con una mujer que se llamaba Eulalia de Jesús y que era dueña de un hotel. Ella siendo aún adolescente se hizo responsable de la administración  y con cierto orgullo dice que “manejaba la llave de la riqueza de ella” refiriéndose a su tía Eulalia, y justamente “…como el marido tenía sus mocitas, él sabía sacar cositas para regalarles a ellas”, de allí la importancia de la confianza que su tía había depositado en la joven Belermina quien se convirtió no sólo en la administradora sino en la custodia de sus “riquezas”.

Me conversa sentada junto al horno de pan de barro en su humilde casa en Tumbatú, no afloja la conversación en ningún momento y la retoma de manera inmediata, “En cambio yo la llave le tenía bajo siete llaves, por que no quería que ni las hijas vean y cojan las llaves que yo manejaba; por que yo siempre he sido negra, hija de buenos padres, honrada, por que la honradez ha sido lo más bonito, ser negra y honrada”.

Foto: Archivo Edizon León 

A pesar de sus años y la pesadez de su cuerpo, es difícil que se quede quieta, seguramente la siembra del baile y el ritmo en su cuerpo hace que esté inquieta y se mueva permanentemente, de repente improvisa unos versos de una bomba que se le vino a la mente :

Yo por aquí yo por allá,
querida negra del alma,
hazle cuatro pedazos
querida negra del alma

Mi vida fue muy valiente,
por que mi padre me enseñó,
primero a ser honrada,
y después la agricultura.

Mientras canta estos versos, me viene la pregunta de ¿cómo era su niñez?

Cuando yo era niña, recordaba el picar leña, para hacer carbón, hasta ahora que me estoy envejeciendo, yo he sido criada con el  hacha, el machete y la barra, por eso tengo toda herramienta aquí en mi casa, por que la herramienta que han manejado los de antes yo le manejo hasta ahorita que vengo tapando un carbón...

Con este testimonio comprendo que desde su niñez la tierra y la agricultura han moldeando su existencia, y por supuesto su carácter. Pero luego insisto en la pregunta de saber cuáles eran sus juegos de niña:

Yo jugaba a la pelota de tabla, por aquí tengo la tabla, capaz que mi mamita y mi papá sabrían decir, que si yo hubiese sido kari, no hubiese sido así de valiente para un trabajo y para el juego. A mi me invitaban a jugar a la pelota por todo Chota, yo con la tabla les ganaba a esos hombres…

Es inevitable no hacer el ejercicio de imaginarla jugando cogida de su tabla y con sus polleras en medio de cuantos hombres. Pero como buena matrona de tradiciones, vuelve a la conversa con los valores aprendidos de sus padres:

Entonces yo he sido una mujer que mi padre me ha enseñado, en primer lugar a ser honrada y a trabajar, por que del trabajo ha sabido venir muchas cosas para la vida de uno.

Es muy fácil entrar en confianza con doña Belermina, por su apertura y lo empalagosa que resulta su conversa, y eso me genera más curiosidad por su vida. Quiero saber qué recuerdos tiene de la época del huasipungo:

Claro, mi padre tenía un huasipungo en las playas de Caldera, y sabe que?
A yo (a mi) y a mis hermanos, ya nos decían de noche,

-verás Belermina, mañana vas vos a coger hoja para liar el plátano, Teodoro vos vas a cortar el plátano y pasar a la choza, a las cinco de la mañana levantaránse guaguas.

Porque vivíamos en Chalguayacu y de ahí pasábamos a Juncal y como yo no era tonta para que no nos cague (pegue) mi papacito, porque nos pegaba fiero, yo cá, sabía madrugar solita, yo les despertaba a mis hermanos para que vayamos breve al trabajo de la huerta a Santa Martha de Chalguayacu porque allá estaban nuestras huertas donde sembrábamos, yo ya sembraba solita, yuca, camote, papas, cosechaba buenas papas sembrado de mí, por eso yo agradezco a mi padre, que me enseñó la agricultura, a lavarme la cara con ambas manos, porque con chulla mano no se lava bien la cara, pero con ambas manos coger agüita y cubrirse, lavarse  la cara, que lindo que ha sido.
                                                                               
La conversa es ligera y ella siempre relaciona su palabra con la tierra, la memoria, sus padres, pues además siendo la mayor de las hijas y con la muerte temprana de su madre, pasó de hermana mayor a ser la mamá de la casa. Al igual que la mayoría de las mujeres antiguas, no tuvieron oportunidad para estudiar, pues su condición económica por el sistema del concertaje no les permitía:

Verá, mi papacito, por eso digo yo , por una parte, mi padre me hizo un mal, pero por otra parte, mi padre viendo que yo era una mujer de ambiente que me gustaba el trabajo, me sacó de la escuela, no me tenía ni dos meses, cuando me dice con lágrimas en los ojos.

-Vé Belermina, salíte de la escuela, no hay quien mantenga la casa…

Por que mi madre se murió guambrita y él se postró joven.

Cuando apenas tenía 17 años tuvo su primer hijo, y me cuenta con la gracia y picardía propia por su persona: “…yo habré tenido 17 o 18 años cuando tuve a mi guaguito, porque me hicieron el mal pues, será que yo mismo ya quise no…?”, al terminar la frase suelta una gran carcajada como de descaro.

La vida de antes era cosa buena….

A pesar que su vida ha sido dura como la mayoría de las mujeres de su época, -pues estaban bajo el régimen de la hacienda-, y con patrones que se creían dueños de la vida de los trabajadores, ella tiene una buena nostalgia de los tiempos de antes, cosa que me llama la atención, pero luego entiendo que en asunto de actitud frente a la vida; resiliencia :

La vida de antes era cosa buena, cosa linda, las comidas de antes no eran fumigadas, como ahora comimos todo fumigado, porque antes, comerse un arroz de cebada con esos charques grandes de carne en el arroz que delicia vea.

Lo que más le gustaba a mi padre era el sancocho de carne, en ese tiempo había ollas pero no había platos, y comíamos en cazuela, dos, tres, hijos en cazuela que eran de barro… Antes nosotros mismos, pelar cuche, como teníamos pollos, sabíamos pelar dos, tres pollos para el almuerzo porque éramos hartos hermanos.

Ahora me habla un poco de su primer marido que estaba ligado  a la hacienda:

En la hacienda sabe que mi marido era hornero; de aquí subía a San Vicente a hornear él y el compadre Custodio Quinteros….horneaba en el trapiche para que salga el dulce, entonces, de aquí íbamos yo y la comadre Esther a dejarles la merienda y ayudarles a hornear, para que descansen nuestros maridos, éramos bien horneras, mejor que nuestros maridos.

De esta manera no sólo se ocupaban de la casa sino también colaboraban con el trabajo de sus maridos.

Si bien tiene estos recuerdos alegres, también hay memoria del trabajo duro y maltrato sufrido en las haciendas, en la que ella trabajaba era de la Beneficencia y ahí no había diferenciación para el trabajo entre hombres y mujeres, como bien lo conversa doña Belermina:

A mí mandaban hacer trabajo de hombres, por eso decía Carlos Insuastes [era el mayordomo], que de dios goce, que si todos los hombres o mujeres fueran como esta mujer, fuéramos de otra forma, decía. Yo para hornear y para sacar el dulce era número uno. Yo preñada trabajé en la  hacienda, con que barrigota yo trabajaba en la hacienda…yo he sufrido harto.

Le pregunto cómo trataban a los trabajadores en la hacienda, con el fin de saber desde su memoria la vida en las haciendas:

A mi, una vecita Don Carlos me pegó ¿y sabe lo que hice?

Yo para desquitarme, le esperaba a la hora que él llegaba al trapiche a ordenar, ahí le esperé y le esperé, cuando llegó a entrar por la puerta, cogí un palo y le dije, me pegaste  ayer y le di tres palazos. Luego el mayordomo me fue a demandarme ante las autoridades.

Y alguien me dijo:

-Belermina, fúgate, córrete, Carlos fue a demandarte.

Yo me fui a Ibarra a donde una familia, a estarme allá y de allá vine vuelta a los 15 días a seguir trabajando en la hacienda, me cogió miedo ese mayordomo y el patrón. Nunca más me volvió a pegar, en cambio con los otros trabajadores era bien abusivo ese mayordomo. Y lo que más nos molestaba era que éste era de los mismos nuestros.


 Foto: Archivo Edizon León 


                                                                         
Doña Belermina trabajó en la hacienda por mucho tiempo donde tuvo a sus ocho hijos (en total tuvo 14 hijos), mientras estaba “en cinta” le hacían trabajar sin consideración alguna.

Cuando termina este relato de la vida en la hacienda su rostro ya se había puesto triste y su voz algo apagada y pausada que expresaba sufrimiento.

Le pregunto cómo era en su tiempo el pueblo de Tumbatú

No había muchas chocitas, había una casa de uno que llamaba Víctor Palacios, era mochito de ambas las piernitas. La otra chocita era de un Leonardo Palacios, hijo de Víctor Palacios, otra de una señora Balbina Lara y la de David Lara, que sabía la bomba tocar, y sabían decir que es compactado con el diablo.


Fui de las primeras que bailábamos con la botella….

Foto: Archivo Edizon León 
                     
Luego de su orgullo por ser mujer trabajadora de pico y pala, y retar permanente en varios ámbitos a los hombres, su otra presentación es su relación con el baile y la música. Sobrina del músico maestro David Lara, de quien se decía que se había compactado con el diablo para aprender a tocar bomba.

Mi tío David cuando venía  a tocar y como sabía que me gustaba el baile nos invitaba  -a ver mi sobrina véngase a bailar que le voy hacer regolgoriar  la bomba

Y como tocaba ese hombre la bomba que bestia!!!

Regolgoriar significa alentar, porque alentaba con esta mano, y con esta (alza su mano izquierda), le hacia así la bomba y con esta le  jalaba golpes a la bomba, y con esta le hacía así (hace movimientos con el codo, como señal que expandía el sonido del golpe de la bomba con el codo),  que a una le hacía hincarse y bailar echada…

Con la comadre Franselina fuimos las primeras que aprendimos a bailar con la botella en la cabeza, mi mamita no sabía bailar con la botella, parece que antes no hacían eso…

Me siento dichoso de haber podido recoger parte de la memoria de esta hija de Tumbatú, que es la memoria del pueblo afroecuatoriano. Finalmente sin darse cuenta mientras habla de los bailes se despide a sí misma.

Hasta luego Belermina, dejarís buenas semillas, para que en esa semilla digan, adiós Belermina, volveré si no me muero.



Glosario de palabras y expresiones

Alentar: expresión propia del territorio ancestral del Chota, dar más ritmo cuando se toca la bomba
Cazuela: platos hondos de barro
Charque: pedazos de carne
Chocitas: diminutivo de choza, constricciones simples de paja y madera
Compactado con el diablo: que ha hecho trato con el diablo
Cuche: cerdo
Guambritas: palabra kichwa, niña pequeña
Hacer el mal: dejar embarazada
Huasipungo:  palabra kichwa, pequeña parcela en la hacienda
Kari: hombre en kichwa
Mocitas: amantes
Mochito: diminutivo de mocho, cortadito  
Picar leñar: partir leña
Regolgoriar :  sacar sonido no usuales al instrumento de la bomba
Una vecita: una vez
Yo cá: expresión propia del territorio ancestral del Chota